Kevin Farrell, el cardenal que conducirá el Vaticano hasta la elección del nuevo Papa

Irlandés de nacimiento, nacionalizado estadounidense y con un perfecto dominio del español, el cardenal Kevin Farrell se convirtió en una figura clave tras el fallecimiento del Papa Francisco. Conocido por su cercanía al pontífice argentino, Farrell es ahora el Camarlengo, el encargado de guiar a la Iglesia Católica durante el período de sede vacante, hasta que un nuevo Papa sea elegido.

A sus 77 años, este hombre de confianza de Francisco fue quien confirmó públicamente su muerte, ocurrida el lunes de Pascua tras complicaciones de salud, incluyendo neumonía y un ataque cerebral. Con voz serena y visiblemente afectado, desde la capilla del hotel Domus Santa Marta, donde residía el Papa, declaró en una transmisión oficial del Vaticano:

“Consagró toda su vida al servicio del Señor y de su Iglesia”.

Como dicta la tradición, el Camarlengo es quien certifica el fallecimiento del pontífice, sella el apartamento papal y rompe el anillo del pescador, símbolo del fin del pontificado. Además, lidera el cortejo fúnebre hacia la Basílica de San Pedro y preside el entierro. En estos días, Farrell asumirá tareas esenciales: coordinar los preparativos del funeral, administrar el día a día del Vaticano y organizar el Cónclave que definirá al sucesor de Francisco.

Desde su posición, tiene acceso a todos los informes económicos y presupuestarios del Vaticano y ya comenzó a trabajar junto a tres cardenales para cumplir estas funciones.

Un nombramiento inesperado

Kevin Farrell es el irlandés con mayor rango en el Vaticano. Aunque desarrolló gran parte de su carrera eclesiástica en Estados Unidos, mantiene intacto su acento dublinés. Fue durante un vuelo de regreso a Roma en 2019, luego de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, que el Papa le propuso asumir el cargo de Camarlengo.

“Le dije que aceptaría el cargo, pero con una condición”, recordó Farrell en una entrevista en 2022, entre risas. “Que él predicara en mi funeral”.

La broma, cargada de afecto y melancolía, revelaba su deseo de no sobrevivir al Papa. “No quería tener que asumir esta responsabilidad”, confesó. Más allá de lo personal, también admiraba profundamente el legado reformista de Francisco:

“Siempre nos defendíamos: la autopreservación era el lema de la Iglesia”, explicó. “Y el Papa Francisco nos llevó más allá de la autopreservación, a un mensaje de bienvenida y acompañamiento”.

De Dublín al Vaticano

Nacido el 2 de septiembre de 1947 en Dublín, Farrell creció en una familia profundamente católica. Estudió con los Hermanos Cristianos, en un contexto social marcado por las tensiones religiosas entre católicos y protestantes. En 1966 ingresó al noviciado de los Legionarios de Cristo, pero abandonó la congregación al enterarse de los abusos cometidos por su fundador.

Su formación académica incluye una licenciatura en Artes por la Universidad de Salamanca, y títulos en Filosofía, Teología Dogmática y Pastoral por universidades pontificias en Roma. También obtuvo un MBA en la Universidad de Notre Dame, en EE.UU.

Fue ordenado sacerdote en 1978 y su carrera lo llevó por México, España, Italia e Irlanda. En Estados Unidos, ocupó diversos cargos en la Arquidiócesis de Washington, incluido el de vicario general. Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar en 2001 y, en 2007, fue designado obispo de Dallas.

Un pastor con experiencia y sensibilidad

Durante su tiempo en Dallas, Farrell organizó la ceremonia oficial por el 50º aniversario del asesinato de John F. Kennedy. Fue la primera vez que la ciudad conmemoró públicamente el hecho. “Nunca imaginé, ni en mis sueños más locos, que estaría de pie en la loma de hierba pronunciando esa invocación”, recordó sobre aquella jornada, que vivió con intensidad, siendo adolescente en Irlanda.

En 2016, el Papa Francisco lo convocó a Roma para liderar el nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. En noviembre de ese mismo año, fue nombrado cardenal, y en 2019, camarlengo.

Con una larga trayectoria administrativa, Farrell ya preside los principales comités financieros y judiciales del Vaticano. Considerado un gestor sensato y equilibrado, es quien guiará a la Iglesia durante este delicado interregno, con la responsabilidad de preservar el legado de Francisco y facilitar una transición ordenada.

Mientras tanto, su voz, su mirada clara y su acento dublinés seguirán resonando en los pasillos vaticanos, encomendado a una tarea que nunca deseó, pero para la que parece haber estado inevitablemente destinado